Author: Papis
•4:52 p. m.
Fecha: 6 Marzo

Aquí estamos de nuevo con una nueva entrada, en esta ocasión cargada de felicidad.

La primera situación feliz es la resolución de los votos de todos los que os habéis dado una vuelta por AKrelatos y habéis votado. Esta vez me ha tocado ganar a mí, pero he de decir que seriamente temía el poder de Inanna que se ha quedado cerquita. La próxima edición, la tercera de esta maravillosa y apasionante iniciativa (Zorionak chicos/as) versará sobre VAMPIROS. Más info.

Y, como no podía ser de otra manera, aquí os pongo mi relato que bajo el título de los Tres Cerditos narra el cuento desde el punto de vista de el Lobo en un mundo semejante al actual. Espero que os guste. Yo estoy muy contento con el resultado. ¡Nos vemos!

Erase una vez que se era, en un lugar muy lejano, vivía un hermoso lobito, de orejas puntiagudas y ojos saltones, resoplaba cada mañana al despertar pues no tenía espacio para estornudar, ya que con su hocico tan grande y su casita tan pequeñita, chocaba fuertemente con la pared de enfrente magullándose la nariz. Llevaba tiempo pensando nuestro pintoresco personaje en mudarse a un habitáculo un poco más grande donde poder vivir más cómodamente, pero la vida no estaba para sobresaltos y, de momento, habría que seguir allí. Siempre pensaba en posibles mejoras para su casita, que eran automáticamente desestimadas por la falta absoluta de espacio donde poner nada más. La cocina escondida bajo el suelo con resortes para usar y guardar, la cama plegable, y la mesa en el suelo eran todo el mobiliario que se podía permitir.

Como cada mañana, Lobito salió a trabajar. Trabajaba en una de las más grandes empresas de productos tecnológicos de última generación. Por sus manos pasaban a diario chips y circuitos de un valor incalculable que manejaba con extremada cautela. Llegó puntual, como siempre, pasó su pezuña por el lector de patas, se embutió en su mono de trabajo de un blanco impoluto y pasó por la sala que, según le dijeron el primer día, era para eliminar todas las impurezas que pudiesen llevar encima. Una vez dentro, apoyaba las posaderas en el taburete, cogía el destornillador de aire comprimido, una placa de circuito de una bandeja y la carcasa de plástico de la otra, y se ponía a atornillar. Así día tras día, seis mil tornillos de siete a tres. Cuando el reloj marcaba las tres, dejaba todo cuanto tuviese entre manos y desaparecía de la empresa fugazmente, paraba en el bar de la esquina a comer algo y seguía camino a casa, donde pasaría el resto de la tarde pegado a la pantalla del ordenador.

Las horas pasaban deprisa pegado a la pantalla de su flamante equipo – para esto no escatimaba en gastos – surfeaba la web cual experimentado desarrollador. Lobito era experto en piratería informática y pocos eran los servidores de grandes empresas que podían resistir los ataques del susodicho. Accedió a la nueva plataforma caralibro.com, que suplantaba a la anterior facebook que se quedó pequeña para la cantidad de usuarios que había conseguido en sus 50 años de vida. La pantalla le pedía sus datos de acceso, a lo que Lobito respondió:

Login: Caperucita

Password: *********

Acceso permitido, cantó la pantalla. Nuestro personaje se frotaba las manos, para esta tarde tenía preparada una gran misión. Llevaba semanas tonteando con tres cerditos que se habían creído el perfil de Lobito. Imagínense:

Chica de 17 años, voy siempre vestida de rojo, rubia, cuerpo esbelto, mi abuelita está siempre en su casa del bosque así que vivo sola. Agrégame y hablamos.

Los tres cerditos, hermanos por cierto, cayeron como cae cualquier adolescente hormonado de 18 años. Los pobrecitos no sabían la que les esperaba aquella tarde. Lobito tenía preparado un nuevo troyano de última generación, diseñado, programado y probado por él mismo que le daría, en menos que canta un gallo, todos los datos importantes de los equipos de los cerditos, desde imágenes comprometidas hasta las claves de sus cuentas bancarias recién abiertas. En un momento, apareció el mensaje que tanto ansiaba: estaban conectados. Abrió el sistema de envió de ficheros de “caralibro” y mandó a cada uno de los cerditos una colección maravillosa de una modelo en paños menores que seguro no rechazarían. Al mensaje de, “podéis ahora verme tal y como vine al mundo”, las hormonas de los cerditos se dispararon y aceptaron sin dilación un archivo comprimido que en su interior no llevaba, sino, una foto distorsionada y un paquete sospechoso perfectamente oculto con la cara de Lobito sonriente.

Así fue cómo Lobito intentó entrar a sus ordenadores, y así fue como sucedió. Según recibieron el fichero y la decepción les inundó al ver la foto borrosa, nuestro piratilla ya recibía datos del ordenador de uno de ellos, y es que este no tenía su ordenador correctamente protegido, (Windows, sin antivirus). El segundo cerdito recibió un mensaje de su anti-spyware que le advertía de un fichero infectado en el paquete pero este, confiado en que quien se lo había mandado era Caperucita y nada había que temer de ella, ignoró el aviso e igualmente fue infectado. Lobito ya esperaba ansioso la llegada de los datos del tercero con lo que su plan se completaría con un éxito absoluto. Sin embargo, por más que esperaba, allí no llegaba nada. Y es que, lo que no sabía era que el último cerdito había sido precavido y como no le gustaba correr riesgos innecesarios, usaba Linux de manera que nada pudiese generarle problemas.

Y así fue cómo se hizo con los datos de dos poco precavidos cerditos y el tercero vivió feliz y seguro tras la protección de su sistema operativo. A la mañana siguiente, Lobito volvió a chocar con el hocico contra la pared de su casita y atornilló y atornílló hasta la extenuación, y ese día pasó a comer al restaurante caro con el sueldo extra.